Uno para todos y todos para uno

8 febrero, 2018 - 4 minutes read

Como consultor de marca, constantemente tengo que advertir a los clientes de la transcendencia del branding, de la importancia de la gestión inteligente y estratégica de sus marcas en la búsqueda del cumplimiento de objetivos y de una mayor rentabilidad.

Vale, de acuerdo, pero ¿tenemos claro qué es una marca? A menudo, se suele confundir un logotipo con una marca. Un logotipo es algo efímero. Una marca, en cambio, es para siempre.

Y para crear aún más distancias, diré que una marca no es un logotipo, ni un nombre… si no la suma de todas y cada una de las sensaciones, percepciones y experiencias que una persona tiene, como resultado del contacto con una organización, sus productos y servicios.

Veámoslo con un ejemplo.

Imagina una mesa alargada, de comedor, de madera de pino y sueca, de las que tienes que montar tú. Por lo que sea -sin necesidad de buscar culpables- la mesa viene únicamente con dos patas, pero tú, que no te cuestionas que eso pueda ser un problema, la montas igual. Obviamente y dadas las dimensiones de la mesa, ésta aguanta en pie a duras penas, constantemente se tambalea y cuando organizamos una reunión familiar se produce el desastre y todo se viene abajo. Adiós a la paella del domingo.

Pues bien, digamos que esa mesa simboliza nuestra marca y las patas en la que confiamos su estabilidad, serían por ejemplo, el nombre comercial y la identidad corporativa. Nombro estos dos elementos, porque al ser tangibles, son en la mayoría de los casos, por donde comienza un proyecto empresarial en cuanto a imagen. El problema es que, una gran parte de esos negocios, acaban quedándose ahí y encomiendan la imagen del mismo, únicamente a esas dos piezas, omitiendo otros de igual importancia y no siendo conscientes del error y las consecuencias posteriores que ello conlleva.

De igual manera que la mesa, nuestra marca no se puede sostener únicamente por unos pocos elementos, pues cojeará y más tarde o más temprano, se vendrá abajo. Es por ello, que hay que dotarla de los suficientes apoyos y siendo precavidos, cuantos más mejor.

Todo suma pero no todo vale.

Presta atención y esfuerzos en tener un naming y un logotipo que sean apropiados para tu proyecto, pero no te conformes con eso. Céntrate también en la manera en la que gestionas una reclamación de un cliente, el packaging en la que se presentan tus productos, las publicaciones en Facebook, el contenido del blog, las fotografías de tu web, el tono que usas para dirigirte a potenciales consumidores, la experiencia que genera el uso de tus servicios y así, hasta un largo etcétera. Usa aquello que te diferencie de los demás pero no utilices lo que no forme parte de ti porque entonces, se evidenciará una falta de autenticidad, tu marca se mostrará como un simple pastiche y esto, producirá el efecto contrario.

Un buen trabajo de branding, te servirá para aglutinar todos esos elementos que en ocasiones van cada uno a su bola, levantando una marca sólida y sin fisuras. Pero también contribuirá a construir un marca relevante, con un discurso coherente, que genere una promesa y una experiencia; una marca sostenible en el tiempo, que te diferencie de tus competidores y que te haga más fácil, conectar con tu audiencia y de esta forma, ganar en rentabilidad, que es al fin y al cabo, para lo que estamos aquí, ¿o no?.

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